El Tata era de temperamento difícil, masculinidad complicada y terquedad traicionera. También es probablemente la razón por la que sus cuatro nietos mayores son ingenieros, por título o profesión.
Mi Tata no fue muy buen esposo, y hasta donde tengo entendido tampoco fue muy buen padre. No se le saben amoríos, no tomaba, fumaba, ni golpeaba. No escogía la fiesta o los amigos sobre la familia. Al contrario, mas pronto deshacía relaciones para recluirse a su cuarto, juzgando a la gente por cualquier altercado, malentendido, o defecto.
Pero no fue mal abuelo. Mi tata vivía rodeado de maquinas. Las desarmaba, armaba, adaptaba, cambiaba— a veces las arreglaba y a veces las arrumbaba. Las primeras memorias que tengo de el son jugando cuando me podía cargar y deslizar por el piso. Las que le siguen son en su patio y taller.
En el escritorio siembre había maquinas, primero físicas, y con los años electrónicas. En los cajones todo tipo de partes y herramientas. La gabeta rechinaba cuando la abríamos, dentro llena de todo tipo de fierros y piezas. Nos sentábamos en el piso a armar robots.
A mi abuela no le parecía agradarle mucho las horas que podíamos estar en el patio del tata jugando con tanto fierro oxidado en el suelo sucio. Sobraba polvo, tierra, moho— seguramente le debo un sistema inmune muy bien entrenado a ese patio. Nos gritaba para que fuéramos a lavarnos las manos y a comer.
A veces no estábamos en el patio, sino en el cuartito de atrás, donde tenía su escritorio. Lo veíamos desarmar o armar algo. Le ayudábamos. El tata me enseño a usar el desarmador. Primero veía, luego le ayudaba con el chupón para el residuo, y finalmente en algún momento me enseño a desoldar y soldar a mí. Me hablaba de lo que funcionaba y lo que no en los aparatos— porque estaban rotos y que se necesitaba para arreglarlos. Yo quería ser inventor.
Con los años cambió la tecnología, pero El Tata se aferró. Todo lo que sabía se enseñó, y llegó a reparar televisiones LCD. Pero economía también cambió. Empezó a ser mas costeable comprar un aparato nuevo que arreglar el que uno ya tenía. Salían versiones nuevas rápido, y refacciones lento.
Pero El Tata no abría aparatos para comer. Hasta la fecha no se por que los abría, nunca me dijo. Hoy en día se le llama de muchas maneras a eso— pasión, diversión, costumbre, obsesión, entretenimiento. Sea cual sea el nombre que el le pondría, si es que alguna vez le puso uno, era lo que hacía el. Abría aparatos, leía manuales, veía tutoriales, desarmaba, medía, observaba, experimentaba, analizaba, y volvía a armar. Dejaron de venir los clientes, pero nunca dejó de haber una tele abierta en su escritorio.
El Tata también veía box. Le gustaban las películas policiacas. Se comía 5 tortillas a la hora de comer, y era muy limpo con las maquinas y sus manos, mas al parecer no su espacio. Especialmente con la edad, El Tata hablaba sin darse cuenta que uno ya no quería escucharlo, gesticulaba mucho al hablar, y siempre tuvo un cierto estilo de humor el Tatacuas.
Hoy su nieto mayor tiene un taller mecánico donde arregla motos. El segundo, yo merengues, es ingeniero en software y tiene un sinfín de proyectos a medias como él. El tercero estudió mecatrónica y trabaja en un taller industrial con maquinas y herramientas. El cuarto estudió electronica.
No era un hombre ejemplar mi tata, pero otras cosas si fué. Fue una puerta abierta y un espacio de juego mas formativo de lo que creo muchos nos imaginábamos. Fue sentido del humor y frases con las que sus nietos aún bromeamos. Fue genes de calvicie, pero también sentirnos un poco mejor sobre el tema. Fue el paso del afilador, la espalda pacar, un perradazo. Fue mas ingeniero que muchos que eso estudian.
Fue El Tata, y aquí sigue lo importante que dejó.